viernes, 28 de agosto de 2009

Historias tristes

Regresamos con Alicia el miércoles de nuestro viaje a la costa. Estuvo riquísimo. La ruta del sol, que ahora se llama ruta spondylus, está llena de playas de maravilla. Creo que de todas la que más me gustó fue Ayangue, como a cuarenta minutos de Salinas. A esa playa había ido desde niña, porque a mi familia le encantaba ir a comer langostas allá. Ahora está un poco cambiada, pero preserva su belleza de antes. Playa en herradura, como casi todas las de esa zona, su longitud es incluso menor a la de los frailes, muchos botes, cabañas de restaurantes... Ayangue me transmite la sensación de lo justo, no hay excesos, como sí los hay en el centro de Montañita, por ejemplo. Fuimos a ver a los amantes de Sumpa, dos veces, pero solo la segunda nos dejaron pasar, en ninguna le atinamos al horario de atención del museo. La verdad es que sí resulta muy conmevedor el gesto, la postura de esas calaveras. Espero sinceramente que hayan sido felices en vida. Vimos a las ballenas en Pto. López, espectáculo que también resulta conmovedor. Llegamos hasta Manta. Ahí nos recibió Sandra en su casa. Y nos contó una triste historia. Un biólogo amigo suyo, vio cómo una jorobada, con su cuerpo, defendía a su ballenato del ataque de una orca. Las embestidas brutales de la ballena asesina fueron mortales cuando la jorobada, en un intento desesperado de protección a su hijo, lo sube a su lomo. La orca mató a la jorobada y se comió al ballenato. Fin de la historia.
Fuimos a Montecristi. Ahí conocimos el museo de las hermanas Largacha. Ellas mismas reciben a sus visitantes. Maruja Largacha, nos deleitó con su acordeón. Tocó, entre otras, "Fumando espero", tema que en los cincuentas hiciera famoso Sarita Montiel. Aquí una foto de Maruja:
Pasamos en Guayaquil unos tres días antes de regresar a Quito. Durante mi viaje, pensé en Quito. Me gusta esta ciudad en la que vivo. La plena que me gusta mucho. Y me vino a la mente, la imagen de uno de mis últimos recorridos por Quito, antes de viajar a la costa. Es para mí una historia triste. En el carro, por la Coruña de norte a sur, antes de llegar al redondel de Artigas, de repente, como en un mal sueño, aparece una monstruosidad frente a uno. Un edificio que se ha vendido como el más moderno edificio de negocios de Quito, es en realidad el más horrible adorno, el espantapájaros, el agua envenenada, la estaca asesina de la Floresta. A mí personalmente, me parece un edificio horroroso. La figura del círculo me priva, pero quien diseñó ese armatoste, logró hacerme sentir que el círculo también puede servir para el mal... Bueno, pero cada quien tiene su gusto, a lo mejor, a alguien le parece una hermosura. En todo caso, a mí me molesta la ubicación del edificio. Está en una esquina en donde es imposible no verlo y en un barrio en el que desentona a todas luces. Ayer conversábamos con el Juampi sobre esto y él me decía que debería haber algún tipo de ordenanza municipal sobre la estética arquitectónica de algunos barrios, como ocurre en muchas ciudades donde se maneja una política de preservación de ciertos paisajes urbanos. Me parece horrible y una batraciada sin nombre haber permitido tremendo horror en esa esquina de la Coruña y 12 de Octubre. Habrá que esperar mil años para que sea ruina.
Las ciudades van creciendo; espero -quizá románticamente- que en ese crecimiento Ayangue no pierda eso que tanto me atrae de su paisaje, de su estar ahí. Quito es linda, pero ojalá no se siga llenando de lunares feos que no hay como extirpar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario