viernes, 7 de agosto de 2009

Los semáfaros me dan tres luces celestes


El título de este post es parte de la letra de "Balada para un loco". Esto, porque he estado craneando qué línea seguir en la elección de los cuentos para la clase del cuento hispanoamericano. Sé que he descubierto el agua tibia, pero me ha parecido prudente escoger la línea de la locura. Roberto Arlt, cuyo libro de cuentos El jorobadito acabo de leer, está, por ejemplo, loco. La demencia de Arlt decanta en la demencia de sus narradores o sus protagonistas. Hay un cuento en el que a Arlt se le vuela la teja mal. Un tipo ha salido a la calle desnudo y en el cuarto en el que vive han encontrado muerto a un marinero compañero suyo. Este tipo, el que sale desnudo, empieza a contar un viaje que él ha realizado, un viaje demente, demente, de ciencia ficción, demente. Ese relato es largo, casi aburrido, aunque con destellos de brillantina: "estos espíritus decían, cínicamente, que la utilidad de los manicomios consistía en guardar fuera de peligro el cuerpo de aquellos cuya alma cumplía ciertas necesidades de viaje, de las que no convenía hablar con los que no entienden", por ejemplo. Lo cierto es que al final, en una nota al pie, una voz señala que el relato de este hombre, que pretendía que lo creyeran loco, no lo salvó de la cárcel, acusado de asesino y homosexual. Uno como lector se queda sin saber qué hacer. De ese mundo fantástico en el que el narrador me fue metiendo a pesar de mi propia voluntad, de repente, me jala, me empuja, me hace golpear contra la REALIDAD, de jeta, sin dientes, magullada. Auch. Con el libro en las manos, alelada, pensé que las locuras a las que nos enfrenta Arlt son varias: hay una locura que va de la mano de la violencia, una locura mentirosa, una locura creativa, en fin. Pero me asombra sobre todo, su capacidad de hacernos ver que al final estamos todos un poco locos, porque muchos de sus personajes son gente como tú o yo, enfrentadas a situaciones tan cotidianas como tú o yo, ante las que reaccionan como tú o yo: como DEMENTES. Creo que la genialidad de Arlt radica en que nos hace partícipes de su locura, a nosotros, hombres y mujeres de a pie. Y así, el cuento hispanomericano va tomando forma, forma desbordada de demencia cotidiana y nuestra. Basta pensar en unos pocos cuentistas más: Quiroga, Palacio, Borges, et al.
Vuelvo a la cita de arriba. Siempre habrá quien no entienda, pero para ellos, el silencio. Porque ¿quién mierda entiende que a algunos los semáforos les dan tres luces celestes? ¿Quién entiende que cuando la mirada se desvía se mira mejor?

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