domingo, 6 de septiembre de 2009

"Amor no tengo, nada soy".

El otro día me metí al Flixter. Hace un tiempo abrí una cuenta porque unas amigas me invitaron a hacerlo. Cuando era chama, adolescente, era una maniática del cine. Me pasaba viendo películas y, además, medio obsesionada con lo que de accesorio tiene el cine: sobre todo me obsesionaba la vida caótica y fatalista de ciertos actores y directores... En fin, el otro día me metí a Flixter por segunda vez desde que abrí la cuenta, hace tres años. En ese entonces, seguramente pensé que mal no me iba a hacer empaparme nuevamente de esa leve pero total obsesión cinematográfica de antaño. Fue mentira, no me empapé. Esto no quiere decir que ahora no vea cine. Aunque la verdad es que veo mucho menos cine que antes, todavía disfruto profundamente con ciertas joyas de la cartelera o de las tiendas de dvd's piratas. Volviendo a lo de arriba, el otro día me metí a Flixter y decidí ampliar en algo mi perfil de usuario incorporando cierta información sobre mis preferencias. Me quedé sorprendida yo misma cuando no pude llenar sino la casilla de película favorita, cosa que hice casi como autómata, ya de tanto repetirme yo misma el disco rayado -que no es lo mismo que rallado- de que "Bleu" de Kieslowski es mi peli favorita. Entonces, entre aturdida y avergonzada, cliquié Salir y no he vuelto, y creo que no volveré, a meterme a Flixter.
Hoy, buscando unos trabajos que escribí durante la maestría, me encontré con uno que escribí para mi clase de Retórica. Era un paper sobre la retórica de la cotidianidad y la retórica del silencio. Y en ese paper escribí una brevísima reflexión sobre "Bleu" y el silencio. La protagonista de esa peli, sabrán, casi no habla. Los diálogos son escasísimos. En ese contexto, ella se ve en la encrucijada de terminar de componer en colaboración la canción por la unificación de Europa, que había sido encargada a su esposo, muerto en un accidente de tráfico en el que también murió su pequeña hija. Y ella, en principio, se niega (en realidad, se sugiere que ella le daba componiendo al esposo, mientras éste vivía, cosa que lo que le estaban proponiendo, sin saber, era terminar su propia canción inconclusa). La reflexión que escribí en el paper de mi clase no va por donde quiero ir en la entrada de este blog, pero me ocurrió, leyéndola, una de esas epifanías joycianas (en la escala que me lo permite mi intelecto, menos dotado y más dado a la jarana y al agua tibia) que me ha llevado a esto:
Julie, que así se llama ella, desintegrada ante las muertes de su esposo e hija y ante la traición del esposo, de la que ella se entera después del accidente, no puede componer nada que sugiera, siquiera mínimamente la idea de unificación. Lo que logra Kieslowski en esta peli, es mostrarnos, a través de recursos visuales y musicales casi exclusivamente, la paradoja: la desintegración y el ostracismo del ser al que se le encarga crear en torno a la unificación, a lo comunitario. Al final, ella lo logra. Pero no en un recurso fácil, ni final feliz. Esa canción, compuesta en realidad por Zbigniew Preisner para la peli, portentosa, pero triste, nos remite a la imposibilidad de ser en tanto se carezca de amor. Se puede estar en el mundo, pero se puede ser sólo en el alma del otro, azogue hecho carne. Y al final, Julie hace el amor con Olivier, el músico enamorado de ella desde siempre. Empieza a construir el amor, a edificar el amor, para poder ser. Ése es el final cerrado más abierto que he presenciado en cine.
Concretar es una tarea difícil. En todo. No sé aún quién es mi director favorito, ni mi actor favorito, ni nada.

1 comentario:

  1. libertad, igualdad, fraternidad. 3 posibles imposibles. igual siempre pensaba en azul como preferida. ella rasgándose la mano en la pared, el músico que se aferra a su flauta, la partitura que fue, es y será. la gravedad solo tiene una respuesta positiva: hay que sostenerse. y para ayudarse en el intento qué mejor que acompañarse de un bello himno.

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