miércoles, 9 de septiembre de 2009

Necrológicas

Ella estaba harta de la literalidad con la que ella se había aficionado de la muerte. ella leía diariamente la sección de necrológicas del periódico. A Ella, por su parte, le hinchaba mal ver la concentración con la que ella se detenía a leer uno a uno los partes de defunción y condolencias. Desde hacía años, ella compraba el periódico todas las mañanas para enterarse de quién había muerto, de quiénes eran sus deudos, de si lo querían mucho poquito o nada, de si era un muerto importante o uno al que apenas la compañía funeraria le publicó un aviso porque formaba parte del paquete que el muerto tuvo a bien adquirir antes de morir.
Ella: "No sabes de lo que me enteré hoy".
ella: "¿de qué?".
Ella: "Se murió el abuelito de la Lechuza".
ella: "mmm. sí supe".
Ella: "Mierda, siempre lo mismo contigo. Ningún muerto es novedad".
ella: "lo siento".
Ella: "No mientas. Al contrario, gozas con esa huevada".
No era verdad. La acusación de Ella era injusta porque no había gozo en lo que hacía ella. Lo hacía por reflejo. Esa mañana, por ejemplo, leyó que había muerto el papá de Octavio. ella no podía gozar con esa noticia. Al contrario, sintió un profundo deseo de llorar, cosa que hizo sólo cuando se fue al baño so pretexto de sonarse la nariz por las alergias mañaneras a causa de su rinitis crónica. Ella no hubiese comprendido su dolor por la muerte del padre de Octavio, le hubiese recriminado el hecho de que ella viviera del pasado. La relación literal de ella con la muerte sin duda desconcertaba a Ella. Sin duda.

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