martes, 6 de julio de 2010

Lisboa Soundtrack de Barreto

He vuelto a leer hoy el último poemario de David G. Barreto (aún inédito) y hace unos días leí otro texto suyo, académico, en el que reflexiona en torno al agotamiento lírico a partir de un poemario de Edwin Madrid. Su ensayo es lúcido, cargado de ideas con las que conmulgo en tanto los caminos que -señala Barreto- se trazan a partir del dicho agotamiento son los que he seguido, como lectora, en los últimos tiempos en mi búsqueda de poesía.

Creo que los textos de Lisboa Soundtrack, su poemario -a pesar de lo mencionado anteriormente- son, en una medida, líricos. Por un motivo en particular, éstos están cargados de preguntas que una voz plantea. Aunque sean preguntas retóricas, algunas de ellas, deben ser escuchadas, en primera instancia, por el propio poeta. Se entabla así el juego especular en el que el alma, la conciencia o el ser íntimo adquiere forma (es isla nombrada, siguiendo a Barreto). Si bien una de las posibilidades del poeta es ser él mismo una ficción (como el epígrafe de Pessoa que abre el poemario invita a pensar: "Deus nao tem unidade, Como a terei eu?"; en español, "Dios no tiene unidad, / ¿Cómo la tendré yo?”), con lo que se iría al traste la posibilidad de pensar a estos poemas como líricos, también creo que es posible que no lo sea. Ahora, si bien estos poemas pueden ser líricos, son muchas cosas más y aquí radica la riqueza de su obra. En este espacio, quisiera detenerme en tres aspectos sobre los cuales, creo, se asienta su pluralidad, la imposible unidad de esta poesía:

El primero es el uso del encabalgamiento: éste puede dar énfasis a una idea; al romper el verso y muchas veces la palabra, juega con las varias posibilidades semánticas; convoca a los opuestos de modo que el enunciado poético es siempre la afirmación que se contradice a sí misma. El uso del encabalgamiento, es también sostén sonoro y visual de la caída que es la imagen que abre el poemario:


Yo. Aquel que escribe
en el desvanecimiento, en la ebriedad de la caída.


Otro poema en el que se aprecia el encabalgamiento:


¿A quién
decirlo


yo?

(Nótese cómo cae el "yo" en el último verso).

El segundo es que estos poemas son lenguaje, metalenguaje y silencio. Hay una constante reflexión alrededor del acto de nombrar como necesario para que el mundo exista. Sin embargo, no se queda en esto Barreto, sino que la voz poética se regodea en la posiblidad de dejar de nombrar al mundo. El laconismo de estos poemas se asienta en ello. Esto al punto que, de modo efectivo, en el poema, la palabra se oculta. Su silencio es radical en tanto es intención del intelecto. Si dar nombre a las cosas es deseo que constituye al hombre (un poema reza: Nunca entendimos / que la inteligencia / delega los nombres / al deseo), aquí ante la negativa a decir palabra se reconstituye la idea “hombre”, y adquiere un nuevo sentido la imagen de la "caída" a la que nos referíamos arriba. Esta caída se da en la anulación de la univocidad y, por ende, en la abolición de los discursos absolutistas y unívocos. De esto, inclusive, se puede desprender el hecho de que haya una clara conciencia en contra de la violencia que ha ejercido el ser humano en contra de otros seres humanos. A continuación, algunos poemas en los que esto se evidencia:


Dejar el decir.
Dejar/decir.
Decir.
Dejar.


***

Mis muertos
se amontonan sin exequias,
sin las preces,
sin.

***

¿Y si al salir quemáramos las naves y las espadas y las leyes
y ocultáramos nuestros pronombres en la orfandad de las cosas?

***

Von Brunn,
aquél que odia, aquél día,

que es siempre.

Tercero, la construcción de un universo poético en donde los múltiples niveles de significación son posibles al mismo tiempo. Para Barreto, la imagen de la acacia significa algo esencial, aquello que se desprende de la vida cotidiana y que permite hacer mundo, hacer vida. Es, claramente, una imagen metafórica. Sin embargo, y aquí radica -tal como yo lo entiendo y siento- la verdadera riqueza de la poesía de Barreto y en general de la poesía: la imagen poética, en este caso la "acacia", es también “árbol”. El ejercicio escriturario que (me) conmueve es aquel en el que el mundo no deja de ser mundo para ser metáfora. Leamos nuevamente sus poemas:


No confundas la resina del pinar
con el íntimo alfabeto de la acacia.


***


¿Nos conocimos, él
y ella, en la penumbra de las acacias?


***


¿Y si al llegar dejáramos vacíos los troncos de la acacia
y colmáramos los dioses con la fidelidad de las cosas?


Lisboa Soundtrack está dividido en dos partes. Así, hay al menos dos voces que dicen y callan, como en la canción de Los Beatles, en la que el viaje de regreso a casa es el viaje a ninguna parte, a la unicidad imposible.
http://www.youtube.com/watch?v=d1Y3PlmwnRM

1 comentario:

  1. mi maría. anémica andaba la tarde y lo que nos cuentas me ha alimentado el espíritu. ya te he preguntado que no entiendo cómo funciona ese fenómeno. cómo se dilata el espíritu con la poesía a pesar de que no encierre
    ella verdades. pero se dilata, como que la tarde mejora. tendrá eso que ver con lo que nos cuentas?. me acordé de onetti. esa sensación que me deja luego de un libro. como si no hay posibilidad de poseerlo, de abarcarlo. agua entre los dedos. como si luego de todas las palabras quedaría el silencio. con alguna textura, un tono violeta, un aliento quizás. pero un silencio al fin.
    unicidad imposible.....
    la unicidad somos todos?
    será que al buscarla seguimos dividiendo?

    tu demencia te extraña.

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