sábado, 4 de abril de 2009

La Duse y la última película ecuatoriana que vi en el cine

Eleonora Duse (1858-1924) fue una de las más grandes actrices de teatro italianas de finales del siglo XIX e inicios del XX. Fue amante de Gabriele D'Annunzio y amiga íntima de Isadora Duncan. En 1916, cuando la Duse contaba con 58 años, filmó una película, muda obviamente, llamada Cenere (que al español se traduce "cenizas").Ése es el único registro cinematográfico de una de las actrices más importantes del teatro, rival en su momento de la famosisisisisisísima Sarah Bernhardt, quien amaba ser la estrella, fam fatal y mimida del público y de los mecenas. El perfil bajo de la Duse llama la atención en el mundo teatral del siglo XIX, donde precisamente la Bernhardt representaba el deber ser de una estrella (la Bernhardt representó a Julieta en una puesta en escena cuando tenía 60 o 61 años).
Esa película constituye, para quienes jamás pudimos ver a la Duse sobre un escenario, la única muestra de su gestualidad teatral, tan comentada en su momento por su naturalidad y falta de excesos. Ella no se maquillaba y asumía a sus personajes en su propio ser. Era ellas y fue muchas.
En la biografía de Duse escrita por William Weaver, éste menciona que cuando D'Annunzio le pidió a Mussolini, ante la precaria situación en que la actriz vivía, que le adjudicara una pensión vitalicia, ella había reaccionado diciéndole a una amiga:
"No, querida, no puedo aceptarla. Hay otras desgracias, más graves, que socorrer ahora. La madre de Cesare Battisti debe tener una pensión: una artista, no, nunca, una artista debe trabajar. Todavía puedo trabajar y quiero trabajar".
Duse murió en 1924 en Pittsburgh, durante una gira. La causa: problemas pulmonares. Su frágil salud no la detuvo y cruzó el charco para laburar... Y fue encontrándose con la parca en la ciudad metalera.
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El otro día me fui al cine con Alicia. A veces nos vamos al cine, porque nos gusta mucho, porque disfrutamos. El problema, en realidad, es achuntarle a una película buena. Casi siempre después de revisar la cartelera cinematográfica en el periódico terminamos descorazonadas. Esa vez, expectantes, fuimos a ver una película ecuatoriana que se llama "Black Mama". Expectantes, porque estamos siempre muy atentas de lo que se hace acá y con ganas, claro, de que sea algo bacán... Pero la película no me gustó: pequeña espinita en el shungo porque hubiese querido que me gustara. A lo mejor fui con las expectativas demasiado altas, puede ser, pero no creo que eso necesariamente sea malo. Lo cierto es que esperaba encontrarme con un nuevo carnaval, con una lectura inteligente de la fiesta, con una parodia y por lo mismo con un relato paralelo y constructivo (en el buen sentido de la palabra, lejano a cualquier moralismo moralizante) de la tradicional mamanegra. Fuera de la música y de ciertos logros en el nivel de la imagen, me encontré vacía, malamente vacía al salir de la sala de cine. No sólo que no alcanza ni de lejos a ser una parodia, sino que además sentí algo de arrogancia en el apropiarse de una imagen carnavalesca, y por ende popular, y vaciarla de su sentido, dejarla hueca.
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La Duse se quitó el maquillaje en su necesidad de apropiarse de un estilo propio de hacer teatro, pero sobre todo en un acto que, aunque parece nimio, da cuenta de su tiempo, de un cambio de siglo que exigía replantearse las tradiciones y la forma de acercarse a los textos clásicos, canónicos, para representarlos: quitarse la máscara para ponerse otra más adecuada, más humana decía, porque la suya era una sociedad que estaba a punto de explotar, que de hecho explotó. Y la Duse hizo cine cuando el cine apenas contaba con 20 años. No se durmió en los laureles como decía mi profe de educación física, siempre se reinventó y se arriesgó. Bacán. ¿Cómo hacer para acercarse a una película que, por su lado y en su propio torcerse el siglo, se maquilla en exceso y sólo se maquilla en exceso y sólo se maquilla en exceso y sólo se maquilla en exceso?

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